Aquel joven de 41 años fue ordenado en 1990 y desde entonces ha seguido los pasos del magisterio de la Iglesia, y a luz del Papa Pablo VI sigue caminando en el nombre del Señor
La vida del sacerdote es un itinerario de servicio y de testimonio. La llamada que Jesús hace a cada uno es un signo del amor infinito que tiene para con quien, dejándolo todo por amor a Dios, sigue las huellas del sumo y eterno sacerdote. Así mismo, aquel joven presbítero Mario Moronta, cuyo ministerio inicio en 1975, fue llamado por el Santo Padre Juan Pablo II al orden de los Obispo en 1990.
Lo asumió con alegría y así, el 27 de mayo de 1990, el cardenal José Alí Lebrún configura como pastor diocesano.
Desde 1995 en Los Teques, estado Miranda y desde 1999, en la Diócesis de San Cristóbal, Moronta ha caminado con ilusión y sencillez en servicio del pueblo de Dios, en esta grey como un reflejo de la vocación que se hace vida, servicio y testimonio.
Configurado como Obispo, ministro de Jesucristo, vive y participa de la misión encomendada como servidor y testigo, como un pastor, que guía y conoce a sus ovejas, llevándolas por caminos de fe, esperanza y caridad. San Pablo VI, en 1968, nos exhorta: “Dios tiene en nosotros su instrumento vivo, su ministro y por tanto su intérprete, el eco de su voz; su tabernáculo, el signo histórico y social de su presencia en la humanidad, el hogar ardiente de irradiación de su amor hacia los hombres.
La acción pastoral de Mons. Mario del Valle, se ha manifestado en el fortalecimiento de la fraternidad sacerdotal, la cercanía al presbiterio, la dedicación y servicio pastoral que la Diócesis, el amor al seminario y la preocupación por las vocaciones. Las visitas pastorales, la convocación y realización del 2do y 3er Sínodo Diocesano, el fortalecimiento de las Parroquias, la atención a aquellas comunidades más necesitadas.
De manera especial se ha dedicado a la enseñanza y apoyado en las redes sociales llega a gran cantidad de fieles -en todo el mundo- con la santa Misa, las charlas, cursos y reflexiones diarias.
Monseñor Mario, nuestro Obispo, servidor y testigo, hace 33 años el señor Jesús le encomendó una misión importante: ser obispo y desde hace 24 años ser padre y pastor del Táchira, de este pueblo devoto, fecundo, y generoso, guiándolo por caminos de esperanza, servicio y testimonio, mostrando su amor al sacerdocio y la fraternidad hacia el pueblo de Dios.
Nos unimos en oración, como Iglesia Diocesana del Táchira, como presbiterio, como Seminario, como pueblo, al gozo del ministerio episcopal de Monseñor Mario del Valle, quien, a través de estos años, ha sabido configurarse a Cristo, Buen Pastor, en el que siempre ha confiado y a quien siempre ha encomendado su ministerio. María del Táchira, nuestra madre de la Consolación le bendice, y el Santo Cristo de los milagros de La Grita le guía en todo momento.