Al encontrarse próxima la celebración de la Navidad y el arribo de un nuevo año, es propicia la ocasión para felicitar las fiestas por venir, y agradecer aún más por todo lo hecho.
Pareciera, y no es así, que de la Navidad nada nuevo puede decirse, a fin de cuentas hay quien hasta decide celebrar al Señor Jesús su cumpleaños, como si fuera lo único resaltante; sin embargo, un Dios humanado, uno que se encarna para hacerse igual al hombre en todo (con excepción del pecado), es una novedad tan grande que permitió dividir la historia de la humanidad en dos: Jesús, hijo del Padre, segunda persona de la Santísima Trinidad, trajo la Buena Noticia a todas las gentes, la noticia de un Dios que Ama a toda prueba y que sufre con nosotros, un Dios que invita a ser seguido con su ejemplo de vida, que perdona sin dobleces, que vivió la necesidad material y aún el desamparo de quienes le seguían, y no obstante podía continuar siendo Bueno.
Ese niño que se encarna y nace en medio de carencias en Belén, sigue enseñando hoy que la mejor celebración de la vida es realmente vivir: con esperanza en medio de las dificultades, a sabiendas que Dios jamás desampara, ni aun cuando el panorama sea muy oscuro; con fraternidad en medio de las necesidades, puesto que somos hermanos y llamamos a Dios, Padre Nuestro, con lo cual la penuria del otro no me ha de resultar extraña; con fe, que invita a creer y trabajar cada día con el esfuerzo propio, en la construcción de un mundo más humano.
Gracias a todos los miembros de comunidad universitaria ucatense por su esfuerzo, por poner el corazón en las obras, por el estudio y el servicio, por las clases y el deporte, por la fe compartida y la cultura, por hacer de esta casa, una casa grande para todos.
Que en estas fiestas, el Señor Jesús nazca en el pesebre de cada corazón, les bendiga grandemente y colme, desde ahora y por siempre, sus vidas de alegría, bienestar, éxito y mucha felicidad.
El Consejo Rectoral