Oh María, Tú que siempre brillas en nuestro camino como un signo de salvación y esperanza.
Confiamos en ti, salud de los enfermos, que en junto a la cruz quedaste ligada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.
Tú, salvación del pueblo romano, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que nos lo otorgarás porque, como en Caná de Galilea, pueden regresar la alegría y la celebración después de este momento de prueba.
Ayúdanos, Madre del Amor Divino, a confiando en la voluntad del Padre y hacer aquello que Jesús nos diga, que tomó nuestro sufrimiento sobre sí mismo y asumió nuestros dolores para guiarnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección. Amén.
Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios. No desprecies las súplicas de nosotros que estamos a prueba, y libéranos de todo peligro, gloriosa y bendita Virgen.