Se informa a todos los miembros de la comunidad universitaria ucatense que el día lunes 18 de marzo de 2019, se reanudan las actividades académicas y administrativas. De igual manera se declara hábil, para todos los efectos, el día 19 de marzo, Solemnidad de San José y Día del Profesor Ucatense.
San Cristóbal, 16 de marzo de 2019.
Que la gracia, la paz y la misericordia que vienen de Dios estén con todos Ustedes.
I.- LO QUE ESTAMOS VIVIENDO.
1.- Estamos viviendo el tiempo de cuaresma compartiendo con todos los venezolanos sus sufrimientos surgidos de una situación de iniquidad. Se sigue profundizando la crisis que nos golpea a todos como ciudadanos. Al hambre y a la escasez de insumos necesarios para la salud se ha unido el flagelo del llamado “apagón eléctrico nacional. Las horas que éste ha durado (así como los continuos cortes intermitentes que le han seguido) han producido graves consecuencias: además de poner en peligro la vida de numerosos enfermos (en muchos lugares hasta ha habido muertes por esta causa), en la inmensa mayoría de los hogares se han perdido alimentos necesarios para el sustento cotidiano. La falta de energía ha provocado desasosiego, cierre de escuelas y fuentes de trabajo además de desestabilizar la sana convivencia ciudadana. Las explicaciones de los voceros gubernamentales no han convencido para nada a la mayoría de los venezolanos, pues han pretendido distraer la atención con el habitual argumento de una tal guerra “electromagnética y cibernética”. Ya la gente se siente cansada de tanta mentira y de tanto menosprecio a la inteligencia del pueblo.
2.- Lejos de atender los justos reclamos del pueblo, se sigue endureciendo los corazones de quienes tienen en sus manos la solución de las dificultades y, sobre todo del principal problema por el que clama la misma gente: un cambio de dirección política y la no imposición de un sistema inaceptable que no está al servicio del hombre y la mujer de Venezuela. Se pisotean los derechos humanos por no darse la verdadera centralidad a la dignidad de la persona humana. Ya es hora de que cambie la situación.
3.-Afortunadamente se ha abierto un “camino humanitario” para que niños y adolescentes escolares, así como enfermos necesitados de tratamiento puedan dirigirse a la Ciudad de Cúcuta. Aunque, si al regreso traen algún alimento se les prohíbe introducirlos al país. Esto es un atentado contra el derecho fundamental a la vida y su subsistencia. Sin embargo, se requiere de otro paso: terminar de abrir la frontera para el libre tránsito entre dos países hermanos. Así podrá entrar también la “ayuda humanitaria” que países e instituciones quieren donar a Venezuela. No hacerlo es también otro atentado contra el derecho estipulado en el ordenamiento jurídico constitucional de Venezuela, el cual garantiza el libre tránsito de todos los ciudadanos de y en el país.
4.- En el Táchira, somos solidarios con todos los hermanos de otras regiones del país donde el “apagón” está causando mayores estragos y con aquellos que han venido siendo reprimidos por grupos violentos y por fuerzas del orden público que parecieran estar compuestos por personas sin alma ni corazón. Lo triste que todos ellos son miembros del pueblo que actúan irrespetando el derecho fundamental a la vida. Ya el pueblo venezolano, paciente y con su dignidad golpeada, quiere superar esta horrible pesadilla, pero sin violencia ni derramamiento de sangre, con justicia y libertad.
II.- ILUMINADOS CON LA PALABRA.
5.-Apelamos a la Palabra de Dios que nos ilumina. Con su enseñanza, imploramos a Dios que escuche el clamor de este su pueblo, como lo hizo con el de Israel esclavizado y oprimido por el Faraón (cf. Ex. 3,7ss). Junto con el salmista, conscientes de la condición que vivimos, cada uno de nosotros exclama: “Desde lo profundo clamo a ti, Señor; Dios mío, escucha mi voz, estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica” (Salmo 130, 1-2). Nuestra súplica se dirige a un Dios liberador que nos envió a su Hijo para darnos la salvación. Así lo reconocemos con San Pablo: “Para esto nos liberó Cristo, para ser libres” (Gal. 5,1).
6.- Nuestra libertad ha sido ofendida de tal modo que la pretenden sometes a una ideología deshumanizante. Esto causa desolación, desesperanza, debilitamiento en las auténticas fuerzas que sustentan y sostienen a la persona humana. Sin embargo, somos conscientes que la nave de nuestra historia y existencia como país, hoy, en medio de la tormenta que la agita, no zozobrará, pues Jesús de Nazaret está dentro de ella para protegernos y sostenernos. El nos alienta con la fuerza de su Espíritu y nos sigue llevando “mar adentro” donde se dará la pesca abundante: allí, lanzando la red solidaria con todos, conseguiremos la libertad, la justicia, la dignificación, el respeto a nuestra condición de hijos de Dios.
7.- La Palabra de Dios nos invita a mantenernos despiertos, a renunciar a las obras de las tinieblas y a revestirnos con las armas de la luz (Cf. Rom 13, 9-10). A su vez, hemos de recordar que Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de amor, fortaleza y dominio de nosotros mismos (Cf. 2 Tim 1,7). No es tiempo para el desaliento sino para hacer manifiesta una esperanza que supera las pruebas, pues actuamos en el nombre del Señor. Tampoco es el momento para que quienes prefieren el conformismo se refugien en posturas cómodas en espera de que otros den los pasos que se necesitan; igualmente no es el momento para que quienes se dejan llevar por la mediocridad exijan a otros que actúen mientras ellos se valen de la situación para especular, aprovecharse de los demás y encerrarse en sus egoísmos. Debemos unirnos y hacer sentir nuestra voz con coraje profético y decisión de creyentes. La Iglesia en Venezuela, con sus Obispos y Sacerdotes, es pueblo y, al compartir las angustias y esperanzas de la gente quiere seguir siendo luz en este momento de la historia. En el Táchira, todos los miembros de la Iglesia y las personas de buena voluntad, reafirmamos nuestra opción por la libertad, la solidaridad y la justicia.
III.- ¡QUÉ HAY QUE HACER!
8.- Volvemos a reiterar el llamado que hemos venido haciendo desde hace tiempo. Queremos vivir en paz y con dignidad. Ello supone que se abran las puertas al anhelado cambio de dirección política. Es necesario que oigan la voz del pueblo y se arriesguen a responder al clamor de la inmensa mayoría de los venezolanos. Recordamos, en este sentido, parte de la plegaria que dirigimos a la Trinidad Santa el pasado 1 de marzo: Te pedimos toques el corazón de quienes tienen la responsabilidad de los cambios que se requieren en nuestra nación. Ellos necesitan de tu luz. Que se aleje la maldad y la prepotencia, que quienes buscan los cambios no se dejen llevar por el ansia de poder o de riquezas… Que todos se sientan pueblo y se solidaricen con él. Sabemos que tienes tus formas de hacerlo. Toca el corazón de quienes están haciendo el mal, asesinando, promoviendo el menosprecio de la dignidad humana… toca el corazón de quienes se dedican a aprovecharse de la situación para enriquecerse, especular, corromper a tantos jóvenes y adolescentes… Toca el corazón de cada uno de nosotros para que no dejemos de ser fieles a tu mandato de amor y al compromiso de anunciar tu Palabra y construir tu Reino.
9.- Volvemos a hacer el llamado a las Fuerzas Armadas, a cada uno de sus miembros sin excepción. El juramento que hicieron de defender la Constitución no era para proteger a una parcialidad política sino al pueblo todo. Más aún, Ustedes también son miembros de este pueblo que está sufriendo. Es a él a quienes Ustedes se deben. Nunca alcen la voz en su contra ni disparen contra él. Más que al juicio de la historia sientan temor de Dios por el juicio divino ante quien todos tenemos que comparecer. Reafirmen su condición natural de pueblo y pónganse siempre a su lado.
10.- Se ha alabado el comportamiento cívico de la ciudadanía en estos días del “apagón eléctrico”. Ciertamente se debe admirar esa conducta. Pero no hay que jugar con los sentimientos de la gente. No se han dado explicaciones convincentes y más bien se está demostrando incapacidad de resolver la situación y también de comunicar la verdad. No hay que olvidar que somos un pueblo de convicciones democráticas, amante de la fraterna convivencia y, como cantamos en Navidad, “gente de paz”. Pero hay que respetarlo y atender su clamor. Es un pueblo con entereza y paciencia. Por eso, es bueno escuchar lo que Cicerón dijo ante quien no quería respetar la convivencia ciudadana de su tiempo: “¿Hasta cuándo vas a abusar de nuestra paciencia?”
11.- Nos seguimos encomendando a la maternal protección de María del Táchira, Consoladora de este bravío pueblo y contamos con el Santo Cristo de los Milagros de La Grita, quien escucha nuestras plegarias y nos sostiene con sus brazos amorosos.
Con nuestra bendición,
+Mario del Valle, Obispo de San Cristóbal y el Consejo Presbiteral de la Diócesis.
San Cristóbal, 12 de marzo del año 2019.
Las Autoridades, y demás miembros de la Comunidad de la Universidad Católica del Táchira, lamentan profundamente el fallecimiento del:
Quien sirvió a esta comunidad universitaria con dedicación, esfuerzo y entrega a lo largo de muchos años.
En estos momentos de dolor, hacemos llegar a toda su familia y amigos, nuestras palabras de esperanza cristiana en la Resurrección final desde las palabras que el Divino Maestro le dijo a Marta, la hermana de Lázaro: “Yo soy la resurrección y la vida, quien cree en mí, aunque haya muerto, vivirá, y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá para siempre” (Juan 11:25-26).
San Cristóbal, 7 de marzo de 2019
El Rincón del Capellán “Alas para la alegría” presenta su sexta entrega en digital, por ello desde el Decanato del Medio Universitario se invita a la Comunidad Ucatense a seguirnos y disfrutar la lectura, a través del siguiente enlace:
“El Rincón del Capellán nos irá enseñando que el camino de la felicidad consiste en hacer felices a los demás”.
La Caravana Cultural por la Hospitalidad inició su 3ra edición visitando la Escuela Nacional “La Machirí” el día martes 26 de febrero. Ahí se presentó una obra de circo teatro que aborda la temática de la movilidad humana, la reconciliación y la resilencia. Esta jornada contó con la presencia de representantes del JRS Venezuela y la OIM, además acudió como acompañante el P. Francisco Aranguren, sj, del Decanato del Medio Universitario de la UCAT.
Este año, continuando con el trabajo en alianza junto al JRS Venezuela, se han programado 3 jornadas de la Caravana Cultural, que ha adaptado un formato más específico que permite profundizar en el planteamiento de la temática y la reflexión que involucra los temas: reconciliación, resilencia y cultura de paz. A través del lenguaje estético del circo y el teatro, se cuenta la historia de tres personajes (payasos) que experimentan situaciones de encuentro y desencuentro, además de diversas emociones propias del viaje en el que se ven inmersos. La puesta en escena cuenta con una banda sonora que incorpora voces de testimonios de migrantes venezolanos y de poetas latinoamericanos con poemas alusivos a la temática. La propuesta fue una adaptación de la asociación civil Circomediados, que rescata el espíritu de 2 de sus obras: Desplazados (2015) y El eterno itinerante (2018).
La Caravana Cultural continúa con su recorrido el próximo viernes 8 de marzo cuando visitarán la Escuela Nacional Miguel Ángel Espinel “Pericos”.
La Caravana Cultural por la Hospitalidad nació en el año 2016. Este proyecto artístico-social, es una iniciativa de la Coordinación de Arte y Cultura de la UCAT junto al Servicio Jesuita Refugiados de Venezuela, en alianza con la RAIF (Región Apostólica Interprovincial en la Frontera Colombo-Venezolana). Tiene como propósito llegar a las comunidades de frontera para dialogar temas de interés social como la migración y la cultura de paz, a la vez de promover valores positivos como la hospitalidad, la solidaridad y la hermandad. En su primera edición, la Caravana Cultural visitó 10 comunidades fronterizas de los Estados Apure, Táchira y Zulia. En su segunda edición durante 2018, la Caravana Cultural atendió 2 comunidades en Táchira.
Prensa
Coordinación de Arte Cultura
Decanato del Medio
Año académico 2018-2019
Cuota correspondiente al mes de Marzo, 2019
Tipo de Línea de Crédito |
Planes que incluyen |
Marzo, 2019 (Bs. S) |
A |
Alumnos Regulares y alumnos repitientes con todas o más de la mitad del total de las materias. |
55.000 BsS |
B |
1. Alumnos repitientes con la mitad o menos de la mitad del total de las materias |
27.500 BsS |
C |
Alumnos que cursan una sola materia |
16.500 BsS |
E |
Beca social I y personas con discapacidad |
44.000 BsS |
F |
Beca Social II y personas con discapacidad |
33.000 BsS |
G |
Carreras Simultáneas |
110.000 BsS |
H |
Carreras Simultáneas Alumnos regulares y alumnos repitientes con la mitad o menos de la mitad del total de las materias |
82.500 BsS |
I |
Carreras Simultáneas |
71.500 BsS |
«La creación, expectante, está aguardando
la manifestación de los hijos de Dios» (Rm 8,19)
Queridos hermanos y hermanas:
Cada año, a través de la Madre Iglesia, Dios «concede a sus hijos anhelar, con el gozo de habernos purificado, la solemnidad de la Pascua, para que […] por la celebración de los misterios que nos dieron nueva vida, lleguemos a ser con plenitud hijos de Dios» (Prefacio I de Cuaresma). De este modo podemos caminar, de Pascua en Pascua, hacia el cumplimiento de aquella salvación que ya hemos recibido gracias al misterio pascual de Cristo: «Pues hemos sido salvados en esperanza» (Rm 8,24). Este misterio de salvación, que ya obra en nosotros durante la vida terrena, es un proceso dinámico que incluye también a la historia y a toda la creación. San Pablo llega a decir: «La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios» (Rm 8,19). Desde esta perspectiva querría sugerir algunos puntos de reflexión, que acompañen nuestro camino de conversión en la próxima Cuaresma.
1. La redención de la creación
La celebración del Triduo Pascual de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, culmen del año litúrgico, nos llama una y otra vez a vivir un itinerario de preparación, conscientes de que ser conformes a Cristo (cf. Rm 8,29) es un don inestimable de la misericordia de Dios.
Si el hombre vive como hijo de Dios, si vive como persona redimida, que se deja llevar por el Espíritu Santo (cf. Rm 8,14), y sabe reconocer y poner en práctica la ley de Dios, comenzando por la que está inscrita en su corazón y en la naturaleza, beneficia también a la creación, cooperando en su redención. Por esto, la creación —dice san Pablo— desea ardientemente que se manifiesten los hijos de Dios, es decir, que cuantos gozan de la gracia del misterio pascual de Jesús disfruten plenamente de sus frutos, destinados a alcanzar su maduración completa en la redención del mismo cuerpo humano. Cuando la caridad de Cristo transfigura la vida de los santos —espíritu, alma y cuerpo—, estos alaban a Dios y, con la oración, la contemplación y el arte hacen partícipes de ello también a las criaturas, como demuestra de forma admirable el “Cántico del hermano sol” de san Francisco de Asís (cf. Enc. Laudato si’, 87). Sin embargo, en este mundo la armonía generada por la redención está amenazada, hoy y siempre, por la fuerza negativa del pecado y de la muerte.
2. La fuerza destructiva del pecado
Efectivamente, cuando no vivimos como hijos de Dios, a menudo tenemos comportamientos destructivos hacia el prójimo y las demás criaturas —y también hacia nosotros mismos—, al considerar, más o menos conscientemente, que podemos usarlos como nos plazca. Entonces, domina la intemperancia y eso lleva a un estilo de vida que viola los límites que nuestra condición humana y la naturaleza nos piden respetar, y se siguen los deseos incontrolados que en el libro de la Sabiduría se atribuyen a los impíos, o sea a quienes no tienen a Dios como punto de referencia de sus acciones, ni una esperanza para el futuro (cf. 2,1-11). Si no anhelamos continuamente la Pascua, si no vivimos en el horizonte de la Resurrección, está claro que la lógica del todo y ya, del tener cada vez más acaba por imponerse.
Como sabemos, la causa de todo mal es el pecado, que desde su aparición entre los hombres interrumpió la comunión con Dios, con los demás y con la creación, a la cual estamos vinculados ante todo mediante nuestro cuerpo. El hecho de que se haya roto la comunión con Dios, también ha dañado la relación armoniosa de los seres humanos con el ambiente en el que están llamados a vivir, de manera que el jardín se ha transformado en un desierto (cf. Gn 3,17-18). Se trata del pecado que lleva al hombre a considerarse el dios de la creación, a sentirse su dueño absoluto y a no usarla para el fin deseado por el Creador, sino para su propio interés, en detrimento de las criaturas y de los demás.
Cuando se abandona la ley de Dios, la ley del amor, acaba triunfando la ley del más fuerte sobre el más débil. El pecado que anida en el corazón del hombre (cf. Mc 7,20-23) —y se manifiesta como avidez, afán por un bienestar desmedido, desinterés por el bien de los demás y a menudo también por el propio— lleva a la explotación de la creación, de las personas y del medio ambiente, según la codicia insaciable que considera todo deseo como un derecho y que antes o después acabará por destruir incluso a quien vive bajo su dominio.
3. La fuerza regeneradora del arrepentimiento y del perdón
Por esto, la creación tiene la irrefrenable necesidad de que se manifiesten los hijos de Dios, aquellos que se han convertido en una “nueva creación”: «Si alguno está en Cristo, es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo» (2 Co 5,17). En efecto, manifestándose, también la creación puede “celebrar la Pascua”: abrirse a los cielos nuevos y a la tierra nueva (cf. Ap 21,1). Y el camino hacia la Pascua nos llama precisamente a restaurar nuestro rostro y nuestro corazón de cristianos, mediante el arrepentimiento, la conversión y el perdón, para poder vivir toda la riqueza de la gracia del misterio pascual.
Esta “impaciencia”, esta expectación de la creación encontrará cumplimiento cuando se manifiesten los hijos de Dios, es decir cuando los cristianos y todos los hombres emprendan con decisión el “trabajo” que supone la conversión. Toda la creación está llamada a salir, junto con nosotros, «de la esclavitud de la corrupción para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios» (Rm8,21). La Cuaresma es signo sacramental de esta conversión, es una llamada a los cristianos a encarnar más intensa y concretamente el misterio pascual en su vida personal, familiar y social, en particular, mediante el ayuno, la oración y la limosna.
Ayunar, o sea aprender a cambiar nuestra actitud con los demás y con las criaturas: de la tentación de “devorarlo” todo, para saciar nuestra avidez, a la capacidad de sufrir por amor, que puede colmar el vacío de nuestro corazón. Orar para saber renunciar a la idolatría y a la autosuficiencia de nuestro yo, y declararnos necesitados del Señor y de su misericordia. Dar limosna para salir de la necedad de vivir y acumularlo todo para nosotros mismos, creyendo que así nos aseguramos un futuro que no nos pertenece. Y volver a encontrar así la alegría del proyecto que Dios ha puesto en la creación y en nuestro corazón, es decir amarle, amar a nuestros hermanos y al mundo entero, y encontrar en este amor la verdadera felicidad.
Queridos hermanos y hermanas, la “Cuaresma” del Hijo de Dios fue un entrar en el desierto de la creación para hacer que volviese a ser aquel jardín de la comunión con Dios que era antes del pecado original (cf. Mc 1,12-13; Is 51,3). Que nuestra Cuaresma suponga recorrer ese mismo camino, para llevar también la esperanza de Cristo a la creación, que «será liberada de la esclavitud de la corrupción para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios» (Rm 8,21). No dejemos transcurrir en vano este tiempo favorable. Pidamos a Dios que nos ayude a emprender un camino de verdadera conversión. Abandonemos el egoísmo, la mirada fija en nosotros mismos, y dirijámonos a la Pascua de Jesús; hagámonos prójimos de nuestros hermanos y hermanas que pasan dificultades, compartiendo con ellos nuestros bienes espirituales y materiales. Así, acogiendo en lo concreto de nuestra vida la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, atraeremos su fuerza transformadora también sobre la creación.
Vaticano, 4 de octubre de 2018
Fiesta de san Francisco de Asís
Señor Jesús, hemos venido caminando contigo por las principales calles de nuestra ciudad y acompañados de tu Santísima Madre, desde Táriba. Con ello ratificamos que Tú caminas junto con tu pueblo por todas las sendas del Táchira y de Venezuela, de Colombia y del mundo. Nos sentimos acompañados como aquellos discípulos de Emaús y sentimos el ardor de tu amor y de tu Palabra en nuestros corazones: ahora te reconocemos en el fruto sacramental de la fracción del pan. Estamos ante ti, con fe y esperanza, llenos de la fuerza de tu amor y pidiendo por Venezuela, por nuestra región, por los hermanos de Colombia. Lo hacemos implorando de ti la gracia de la paz y de la sana convivencia.
Hoy, Señor, acudimos a ti para alabarte, para reconocerte como lo que eres, el único eterno Dios vivo y verdadero, para hacerte llegar nuestros clamores, los de tu pueblo, para llenarnos de la esperanza que nos da el sabernos protegidos por tus brazos amorosos, aquellos que contemplamos en tu hermosa imagen del Cristo de los Milagros de La Grita. Y, junto a ello, con gran confianza nos volvemos a colocar en tus manos para sentir cómo nos guías cual Buen Pastor preocupado siempre por sus ovejas.
Te alabamos y te bendecimos, Señor Dios hecho hombre: lo hacemos con la dulce melodía de nuestros bambucos y valses andinos; con el sabroso aroma de nuestro café, con la altivez de nuestras montañas; con la laboriosidad de nuestros agricultores y la firme voluntad de paz y de progreso de todos los tachirenses. Te reconocemos como lo que eres: el verdadero Señor de la historia, el Rey de reyes, el liberador único y auténtico que nos ha contagiado libertad y nos ha dado el inmenso regalo de ser hijos de tu Padre Dios. Te bendecimos con los pies humildes y decididos de los peregrinos que caminan hacia ti en La Grita y hacia Táriba donde nos conseguimos con María del Táchira, tu Madre y madre nuestra, la consoladora hermosa de nuestras vidas. Te cantamos con los corazones de nuestros niños y ancianos, jóvenes y adolescentes, hombres y mujeres, familias enteras, que entonan el cántico siempre nuevo de una fe grande. Te aclamamos con el compromiso de tantísimos laicos que están construyendo el reino de Dios, con la ternura de las religiosas en su dedicación a la gente, con el entusiasmo de tus sacerdotes que, configurados a Ti, hacen memoria viva de tu pascua liberadora, con la ilusión de nuestros seminaristas, promesa de futuro para nuestra región, con la dedicación de los catequistas educadores de la fe de tantos niños y adolescentes, con la perseverancia de esta Iglesia local de San Cristóbal, que en espíritu y verdad, proclama tu Evangelio, celebra tus misterios y se hace pueblo para caminar con todos los hombres y mujeres que viven en el Táchira.
En esa alabanza asumimos las bienaventuranzas como estilo de vida. Tú mismo nos has enseñado a ser tus discípulos. Es, además una herencia recibida de nuestros antepasados, con más de 4 siglos de presencia eclesial en estas hermosas tierras. Te sentimos como uno de los nuestros, porque lo eres, gracias al misterio de la encarnación. Como lo cantara el alma popular, podemos hablarte “así como te habla mi pueblo” Ciertamente “Tú eres el Dios de los pobres, el Dios humano y sencillo, el Dios que suda en la calle… Tú vas de la mano con mi gente” Te hemos visto, Señor, en las colas para comprar alimentos o tratando de pasar los puentes internacionales hacia Colombia; Tú comes los sabrosos pasteles andinos y pasas horas en las colas para echar gasolina; Tú eres el del rostro curtido del campesino que trabaja de sol a sol; el de las mejillas enrojecidas por el frío de nuestros páramos; el del sombrero y ruana de las altas montañas; el de la frente en alto de quienes sudan el calor de la zona norte y de los llanos tachirenses; el de los brazos abiertos de nuestra gente de frontera, solidaria con los migrantes y puente de fraternidad con los colombianos. Sí, Señor, Tú eres el Dios humanado que también tiene rostro de gocho, es decir de persona de esta tierra hermosa, cuna de libertades y puente de integración con las naciones del continente latinoamericano.
Te bendecimos y te alabamos. Con esa misma actitud, te damos gracias por habernos asociado a ti y porque te has hecho presente entre nosotros, como el Dios amigo y hermano. Gracias, Señor, pues nos has dado a conocer a tu Padre y su designio de amor; nos has entregado a tu Espíritu, Señor y dador de vida, y por tu presencia encarnada, para hacer posible que alcancemos la libertad de los hijos de Dios con tu Muerte y Resurrección. Creemos en ti, en el Padre y en el Espíritu Santo. Sabes que somos gente de fe, y queremos seguirlo siendo. Hoy te lo volvemos a decir: creemos. Cada uno puede decir Creo, con todo lo que ello significa y encierra. Es la fe de nuestros padres, es la fe fortalecida con nuestra Iglesia, es la fe que nos impulsa a reconocer a los demás como hermanos.
Por ti, podemos decir que CREEMOS EN DIOS PADRE, Creador de todo el universo, Y reconocer que, por tu acción salvífica somos hijos de Papá Dios. Con la Iglesia profesamos el Credo y hoy lo queremos traducir con palabras nuestras, inspiradas en el artista cantor de su pueblo: “Creo Señor firmemente que de tu pródiga mente todo este mundo nació. Que de tu mano de artista, de pintor primitivista la belleza floreció”… las estrellas y la luna, los ríos de nuestras llanuras y valles, las montañas frescas de nuestros páramos, el calor intenso de las zonas bajas, los hermosos cafetales y los variopintos campos sembrados de hortalizas y frutales. Lástima Señor Creador que haya quien quiera destruir la naturaleza sólo para enriquecimiento personal. Desde aquí escuchamos el escandaloso ruido del hacha criminal o de las máquinas que destruyen la Casa común con el justificativo de explotar minerales. Toca sus corazones para que se unan a la profesión de fe en ti, Creador.
Te reconocemos como Padre y nos da mucha alegría saber que somos tus hijos. Para ello, además, contamos con la fuerza y los dones del Espíritu Santo. Él es quien nos sostiene y nos permite decirle a Dios Padre “PAPÄ”. Porque contamos con Él, sabemos que crecemos en esperanza y podemos derrotar la oscuridad del pecado. Es la Luz que nos ilumina, la sabiduría que nos guía y quien nos ayuda a manifestar el temor de Dios. Con el Espíritu somos capaces de ser testigos del evangelio de la vida, a hacernos presentes en todos los sitios para edificar el reino de Dios, de justicia, paz, libertad y amor.
Creemos en el Espíritu de la santidad que nos ha acompañado siempre: el mismo que suscita vocaciones sacerdotales, religiosas y al compromiso evangelizador de los laicos. Es ese mismo Espíritu, en el que creemos, quien ha sostenido a nuestra Iglesia para ser fiel a su misión en todo tiempo en espíritu y verdad. Reconocemos tantísimos frutos de santidad producidos por el Espíritu Santo, como el de los siervos de Dios que esperamos ver pronto en la gloria de los altares. Creemos y nos dejamos guiar por el Espíritu de la Verdad.
Creemos en Ti, Hijo de Dios, encarnado y cercano como el Buen Pastor, servidor sufriente que en tu Cruz has cargado con las nuestras para convertirlas en ilusión de esperanza con tu Resurrección. “Eres luz de luz y verdadero unigénito de Dios, que para salvar al mundo en el vientre humilde y puro de María se encarnó. Creo que fuiste golpeado, con escarnio torturado y en la cruz martirizado”…para al tercer día resucitar y así convertirnos a todos en hombres nuevos. Creemos que estás en medio de nosotros por tu Palabra y la Eucaristía, por la Iglesia y sus sacramentos, en el rostro de cada uno de los seres humanos…que vives entre nosotros, en los caminos de esta tierra, en las familias de nuestra sociedad, en el pobre y en el rico, en el sano y el enfermo…Creemos en tu Resurrección, Dios humano. Queremos decir siempre como nos lo enseña el Apóstol Pablo: “No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”. Para ello sabemos que contamos con tu gracia.
Porque eres un Dios vivo creemos y sabemos que escuchas nuestros clamores: los de alegría y los de angustia. A veces podemos pensar que no nos escuchas, es verdad. Pero sabemos que siempre estarás con la disposición de oír como lo hiciste con Zaqueo, con el buen ladrón, la mujer pecadora, los discípulos… quienes se sintieron no sólo atendidos y escuchados, sino enriquecidos con tu salvación. Lo encontramos en tus palabras: “nadie te condena…Hoy la salvación ha entrado en esta casa… Hoy estarás conmigo en el paraíso… Vayan a anunciar el evangelio y hacer nuevos discípulos…” Sabemos que nos escuchas.
Señor como dice el escritor santo “presta oído a nuestras súplicas”. ¡Tú sabes bien lo que necesitamos pero quieres que te lo digamos! Como aquel pueblo que sufrió la esclavitud de Egipto, hoy debes pedirle al Padre Dios que escuche los clamores de justicia, paz y libertad, de dignificación y respeto a su condición humana, que eleva nuestro pueblo ante ti. Son clamores ciertos, no inventos ni medias verdades, tampoco son falsos positivos como suelen decir algunos: son los quejidos del alma popular desde la experiencia de cada uno de nosotros y de nuestros hermanos.
Tu pueblo clama por justicia: para que se le reconozca su dignidad tan rebajada por las burlas y escarnios de quienes se consideran superiores a los demás. Justicia para poder vivir en paz, la que nace de tu muerte y resurrección. Es el grito desgarrador de tantos enfermos, de toda edad y condición, que no consiguen insumos para curar su salud deteriorada. Sabes cómo hay miles de personas que no tienen cómo realizar la diálisis, los tratamientos oncológicos e intervenciones quirúrgicas de alto riesgo. Nos imaginamos cómo estarás viendo sufrir a tantos hermanos que quieren y necesitan pasar hacia Cúcuta para sus tratamientos en esa hermana ciudad, y que ahora deben aguantar, además del menosprecio, que quienes tienen dura cerviz terminen de abrir nuevamente los pasos fronterizos.
Señor, el pueblo clama por alimento, por tener lo necesario para subsistir en un país lleno de riquezas pero expoliado por quienes prefieren darse sus propios gustos o sostener un proyecto inhumano. Sabes cuántas familias se acuestan cada noche sin haberse alimentado dignamente. Sabes cómo muchos tratan de multiplicar el pan con las ollas comunitarias y la solidaridad fraterna… pero no alcanza para todos. Señor sacia el hambre de nuestro pueblo y toca el corazón de quienes deben no sólo pedir y permitir la ayuda humanitaria, sino ser gestores de bienestar para nuestra gente. Señor, hay mucha gente desalentada porque no tienen lo necesario. Escucha el clamor de tu pueblo.
Señor, el pueblo pide y clama por respeto. Son muchos los que lo irrespetan: quienes se dedican al comercio de muerte de la droga, quienes han hecho de la corrupción su propio estilo de vida, quienes contrabandean, quienes especulan o “bachaquean”, quienes reprimen con violencia la protesta de nuestra gente; quienes en vez de tender puentes o los cierran o profundizan las brechas y barrancos existentes… ¡Qué dolor da ver a tantos jóvenes y familias que pasan por nuestras carreteras y ciudades hacia la frontera para migrar hacia otros países! ¡Qué duro es ver cómo llegan casi sin nada y hay mafias que les roban lo poquito que tienen! ¡Qué doloroso es ver a tantos hombres y mujeres por las carreteras de Colombia y Brasil caminando hacia destinos inciertos y con el único amparo de las Iglesias hermanas! ¡Qué rabia da ver asesinar a hermanos pemones y herir a tantos otros hermanos en las fronteras con Brasil y Colombia, y mientras quienes deberían estar por la Constitución defendiendo la dignidad de todos ellos, prefieren bailar como si nada estuviera pasando, y lo hacen burlándose y pisoteando el dolor de este pueblo!
Señor queremos hacernos eco de tantos clamores: el de los enfermos, el de tantas familias que sufren la lejanía de quienes se han ido, el de los familiares de militares y policías que también sufren pues son pueblo y ven a sus seres queridos alejados a causa de la situación que se vive, o que no entienden que deben estar al servicio de la gente y no de parcialidades políticas. Te presentamos la situación de tantos privados de libertad, algunos por motivos políticos, otros por faltas a la ley, otros por injusticias: te pedimos por ellos pues son hermanos nuestros. ¡Qué triste es ver cómo algunos de ellos han sido llevados a defender lo indefendible y a actuar en contra de la justicia clamada por la gente, y con la única justificación de un supuesto beneficio procesal! Esta oración, Señor Jesús, es el clamor de todo un pueblo que pide libertad, respeto y dignificación. Escucha nuestro clamor y danos la fuerza para poder ir adelante construyendo tu Reino de Justicia, paz y libertad. Sabemos que estamos en una tormenta, pero también sabemos que Tú estás en nuestra barca. ¿No crees, Señor, que ya es hora de que se acabe esta pesadilla y podamos sentir la frescura de la paz como la sintió Elías en el viento suave y sabroso de la presencia de tu Padre Dios?
Señor, como lo solemos cantar en los días de Navidad “somos gente de paz”; por tanto de esperanza. Ella está golpeada. Muchos la sienten resquebrajada, otros la han dejado de lado por la desilusión y la desolación. Hoy queremos pedirte que aumentes y fortalezcas nuestra esperanza. Hay quienes están destruyendo las expresiones sociales y comunitarias de esa esperanza. Ya te lo hemos indicado en los clamores de nuestro pueblo. Pero concédenos la gracia de no desfallecer. Con nuestra actitud de caridad y solidaridad en fraternidad, nos mostramos como gente de esperanza.
No se trata de una esperanza incierta que pone sus bases en proyectos o en promesas temporales. No es la esperanza en mesianismos: ¡ya estamos cansados de tantos mesianismos! Es la esperanza que nos viene de ti y está en nuestros corazones. Es la esperanza de quienes quieren de verdad edificar, no achantarse ni aguardar que otros vengan a solucionar nuestros problemas. Es la esperanza que se acrisola con el dolor y se endurece en la forja del sufrimiento, pero que no pierde el objetivo: sostener, caminar, mirar hacia el horizonte del reino de Dios.
Señor, muchas personas se han desalentado, entre otras cosas, porque no llegó la ayuda humanitaria….a ellos, contigo como inspirador les queremos decir desde esta plegaria que la verdadera ayuda humanitaria, que no puede ser frenada ni destruida con incendios ni detenida por nadie, es la nuestra. Señor ayúdanos a hacer sentir que somos nosotros la ayuda humanitaria, necesitada de otros tantos auxilios, es verdad: pero nuestro amor, nuestra solidaridad, lo que hacemos los unos por los otros y la tarea y lucha por la libertad y dignificación es la auténtica ayuda humanitaria que tiene Venezuela. Y sabemos que Tú estás con nosotros en esta misma tarea.
Señor, permite que con nuestro testimonio y compromiso, revitalicemos nuestra patria. No sólo hay que reedificarla en lo social, lo político y lo económico. Es urgente que se llene con los principios del evangelio para que todos, sin excepción, nos avoquemos a hacer lo que los primeros cristianos hacían: colocar todo en común para que nadie pase necesidad.
Una de las tareas urgentes, Señor, es la reconciliación. Con Pablo nos has hecho saber que la Iglesia tiene este ministerio como una tarea irrenunciable. Lamentablemente hay mucho odio y rabia, con deseos de revanchas y retaliaciones. Y no es fácil ante tantos vejámenes. Pero también te pedimos que nos des la gracia de actuar como el padre del hijo pródigo y como lo hiciste en la Cruz donde pediste el perdón al Padre por todos aquellos que no sabían lo que hacían. Perdón no es impunidad, ciertamente… pero libera de nosotros el odio que será más destructor que las miserias que estamos viviendo.
En ti ponemos nuestra esperanza. Te pedimos toques el corazón de quienes tienen la responsabilidad de los cambios que se requieren en nuestra nación. Ellos necesitan de tu luz. Que se aleje la maldad y la prepotencia, que quienes buscan los cambios no se dejen llevar por el ansia de poder o de riquezas… Que todos se sientan pueblo y se solidaricen con él. Sabemos que tienes tus formas de hacerlo. Toca el corazón de quienes están haciendo el mal, asesinando, promoviendo el menosprecio de la dignidad humana… toca el corazón de quienes se dedican a aprovecharse de la situación para enriquecerse, especular, corromper a tantos jóvenes y adolescentes… Toca el corazón de cada uno de nosotros para que no dejemos de ser fieles a tu mandato de amor y al compromiso de anunciar tu Palabra y construir tu Reino.
Señor hoy hemos caminado de manera pública contigo. Lo hacemos día a día. Sabemos que también Tú lo haces. Queremos terminar esta plegaria, nacida desde el corazón, haciéndote saber nuevamente que cuentas con nosotros. Aún en medio de las crisis y dificultades, con nuestras limitaciones, esta Iglesia y este pueblo del Táchira no sólo quieren la libertad de los hijos de Dios, la justicia y la paz del reino de salvación, sino que están prestos a continuar siendo lo que han sido: servidores en el amor y testimonio vivo de fe, esperanza y caridad.
Hemos acudido a ti, acompañados de María del Táchira, tu madre, madre nuestra de la Consolación. Sentimos su maternal protección e intercesión. Hemos acudido a ti, el Cristo del rostro sereno, sacramentado y presente en medio de nosotros. Nos sentimos fortalecidos con tu gracia y tu cercanía. Te sentimos en medio de nosotros. A ti, Señor Jesús, al Padre y al Espíritu Santo, sabedores de que seremos escuchados, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos. Amén.
+MARIO MORONTA R., OBISPO DE SAN CRISTOBAL.
“Cristo camina con su pueblo, y el pueblo camina con su Salvador y Redentor”, es el lema de la “procesión por la fe y esperanza por la vida”, que ha convocado el Obispo Mario Moronta junto con los sacerdotes de la Diócesis de San Cristóbal para este viernes 1 de marzo.
La procesión comenzará a las 8 de la mañana, desde dos templos: la Basílica de Táriba con la imagen de la Virgen de Consolación y desde la parroquia Santa Rosa de Lima en La Concordia con la imagen del Santo Cristo, y el Santísimo Sacramento, para encontrarse en la Avenida Antonio José de Sucre, en la Pasarela de Barrancas, donde se elevará una plegaria por Venezuela.
“Convocamos a todo el hombre de buena voluntad, creyente o no creyente”, dijo el Obispo en rueda de prensa este miércoles, haciendo la invitación a toda la colectividad a participar. “Aunque hayan problemas, la Iglesia esta no solamente con su gente caminado sino fortaleciendo la fe, la esperanza, en una cruzada por la vida”.
También desde diversas parroquias de la ciudad y comunidades aledañas, saldrán procesiones con los fieles y sus sacerdotes para participar de la procesión.
Invitó el Obispo a quien participe que lleven la bandera de Venezuela, de la Iglesia, de la Virgen, y de las naciones donde se encuentren los familiares migrantes, “para orar por nuestros país, y por ello”.
En la procesión será llevado el Santísimo Sacramento. “Nos vamos a encontrar con la presencia viva de Dios, para demostrar a los que optan por la violencia, la represión, o a quienes se burlan del pueblo, que nosotros tenemos una dignidad, y queremos construir un país lleno de paz”.
Desde la Pasarela de Barrancas, el Obispo impartirá la bendición con el Santísimo Sacramento a Venezuela, en sus cuatro puntos cardinales, y a la hermana República de Colombia.
También el Obispo hizo un llamado a que se abra la frontera, “mi llamado es a las autoridades correspondientes a que se abra la frontera, hay muchas personas en los puentes: enfermos y ancianos esperando para ir hacerse el tratamiento médico, estudiantes para ir clase, y trabajadores que necesitan el paso abierto”, indicó.
Finalmente reiteró la necesidad de abrir urgentemente un canal “más que humanitario, fraterno, ya que la palabra ‘humanitario’ pareciera que asusta a algunos. Nosotros no somos dos pueblos enemigos, la frontera no es una líneas divisaría sino un punto de encuentro”.
(Prensa DiócesisSC)