Las Autoridades Rectorales, Decanales y toda la Comunidad Universitaria, lamentan profundamente el fallecimiento de la
Madre del profesor Jhonn Freddy Chacón, docente de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Católica del Táchira.
En estos momentos de dolor, hacemos llegar al profesor Jhonn Freddy y toda su familia, nuestras palabras de esperanza cristiana en la Resurrección final con las palabras que la Iglesia, desde sus orígenes, ha recordado en el canto de las letanías “Quien cree en Ti Señor, no morirá para siempre/Yo sé que mi Redentor vive y el último día resucitaré de la tierra”.
Entierro: Cementerio Metropolitano.
Día: Domingo 09 de Agosto de 2020. Hora: 4:00 p.m.
San Cristóbal 09 de Agosto de 2020
Con el corazón ardiente por la fuerza de tu Palabra de Vida Eterna, acudimos ante Ti, SANTO CRISTO DE LOS MILAGROS DE LA GRITA, desde los montes y valles andinos, desde nuestras ciudades y aldeas, desde la frontera con la hermana Colombia y los llanos del sur tachirense, desde las zonas cálidas del norte y desde los hermosos y sabrosos páramos de nuestra región. Venimos con los pies del peregrino que no se cansan de acompañarte y de seguirte, fortalecidos por la esperanza que has colocado en nuestras almas. Llegamos ante Ti con la dulzura y la alegría del amor de discípulos misioneros, el cual has hecho crecer en cada uno de nosotros para manifestarlo con un decidido testimonio de servicio y fraternidad.
Contemplamos tu Cruz, árbol de la Vida sembrado en esta tierra linda del Táchira, en las alturas inhiestas de los Andes venezolanos. A tus pies han florecido los frutos de nuestra tierra, el café, las fresas y moras, las hortalizas y verduras de nuestros campos, las calas y las rosas; así como la riqueza animal que adorna nuestros campos y sirve también para el sustento cotidiano. Tus brazos abiertos abrazan a tantos hombres y mujeres de todos los tiempos para brindarles seguridad, fortaleza, salud espiritual y corporal, liberación del mal y del pecado. Admiramos tu “rostro sereno” y reafirmamos nuestra profesión de fe en Ti: Tú nos ha dado a conocer el amor salvífico del Padre y nos ha regalado la fuerza del Espíritu Santo. De tu costado traspasado han brotado la Iglesia y los sacramentos y, al contemplarlo sentimos cómo podemos penetrar a través de Él hasta llegar a unirnos a tu Corazón, Sagrado y Salvador.
Pues sabemos que has marcado la historia de nuestro pueblo y te has hecho uno de nosotros, al confiar que nunca nos abandonas y eres la razón plena de nuestras vidas, HOY Y SIEMPRE CONSAGRAMOS AL TÁCHIRA Y LOS ANDES VENEZOLANOS A TI. En tus brazos amorosos colocamos a nuestra gente, los hombres y mujeres que caminan sabedores de tu compañía: los agricultores y ganaderos, los estudiantes y maestros, los profesionales, comerciantes y empresarios que buscan el progreso de la región; los enfermos y los sanos, los médicos y enfermeros; las autoridades civiles y militares, los dirigentes políticos y sociales; los niños con sus ilusiones, los jóvenes con sus proyectos, los adultos con su experiencia, los ancianos con su sabiduría; nuestros laicos comprometidos en la evangelización. En esos mismos brazos amorosos te colocamos también, a nuestros sacerdotes, seminaristas y religiosas; nuestras familias que son esa pequeña Iglesia Doméstica donde te haces presente cada día; las Comunidades Eclesiales de Base y los grupos de apostolado. En esos brazos abiertos y llenos de misericordia colocamos el dolor de tantos pequeños menospreciados por la sociedad; los migrantes que transitan por nuestros caminos, los pobres y excluidos de la sociedad, los descartados y abandonados… ellos son sacramento de tu amor. Desde tu Cruz nos atrevemos a mirar hacia adelante en el horizonte del Reino que inauguraste con tu entrega redentora: haz que nuestro futuro esté lleno de desarrollo integral, respeto de la dignidad humana y sea señal de “los cielos nuevos y la tierra nueva” creados con tu Pascua liberadora.
Nos consagramos todos a Ti. Y, al hacerlo, recordamos que somos “ofrendas vivas” como lo fuiste Tú ante Papá Dios. Así, renovamos nuestra fe de discípulos seguidores de tu Evangelio para ser testigos decididos de tu Resurrección; nuestro amor con el cual, además de manifestarnos como hijos de Dios, renovamos nuestra solidaridad, el empeño por la justicia y la libertad y el compromiso por extender la fuerza redentora de tu Reino. Sabemos que no nos abandonarás nunca: concédenos la libertad, la justicia y la paz; danos entusiasmo evangelizador y solidaridad decidida; suscita hogares cristianos y muchas vocaciones sacerdotales, religiosas y al compromiso laical
Al consagrarnos completamente a Ti, confiamos en tu gracia para seguir en el camino como peregrinos hacia la plenitud del encuentro definitivo con el Padre; sentimos la acción del Espíritu que bendice y guía nuestra Iglesia con sabor a pueblo y servidora de todos sin excepción; asumimos tu mandato de ir a la misión y proclamar tu Evangelio liberador promotor de nuevos discípulos. Como te imploraron los caminantes de Emaús, “¡QUÉDATE CON NOSOTROS!”. Así te sabremos reconocer en el partir del pan en todo tiempo y lugar. Recibe nuestra confiada consagración que te presentamos en las manos de María del Táchira, Nuestra Señora de la Consolación, Madre tuya y Madre nuestra. Al consagrarnos a Ti, queremos seguir dándote a conocer desde esta hermosa tierra con la decisión de nuestra Iglesia, la cual “en espíritu y verdad” ha decidido continuar tu obra de salvación.
SANTO CRISTO DE LA GRITA, DEL ROSTRO SERENO, en comunión con el PADRE DIOS Y EL ESPÍRITU SANTO CONSOLADOR, recibe todo honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
SAN CRISTOBAL, 6 de agosto del año 2020.
+MARIO MORONTA R., OBISPO DE SAN CRISTOBAL.
Preinscripciones abiertas del 23 de junio al 31 de agosto de 2020, año académico 2020 – 2021 para las carreras de pregrado.
Revisa el material que aquí te ofrecemos, en el cual se detallan los pasos para realizar tu preinscripción de manera exitosa: (clic en el siguiente botón)
La oportunidad del Año Ignaciano 2021-2022
Recordar a San Ignacio de Loyola y celebrar su fiesta, es una ocasión para compartir algunas reflexiones sobre el año ignaciano que comienza el próximo mes de mayo. El año ignaciano 2021-2022 nos ofrece una gran oportunidad que, –¡ojalá!–, aprovechemos a fondo y evitemos dejarla pasar en vano. Es un llamado a permitir que el Señor trabaje nuestra conversión. Pedimos la gracia de ser renovados por el Señor. Deseamos descubrir un nuevo entusiasmo interior y apostólico, una nueva vida, nuevos caminos para seguir al Señor. Por eso, hemos escogido como lema del año: ver todas las cosas nuevas en Cristo.
Todo el año estará guiado por las Preferencias Apostólicas Universales 2019-2029. Sabemos que asimilarlas supone conversión para cada uno de nosotros, nuestras comunidades y nuestras instituciones u obras apostólicas. Pedimos la gracia de un cambio real en nuestra vida-misión de cada día.
En este momento me dirijo especialmente a nuestros compañeros y compañeras en la misión, laicos, laicas, religiosas, religiosos y quienes desde otras creencias o convicciones humanas participan en la misma lucha. Esperamos durante el año ignaciano compartir más a fondo con ustedes la experiencia fundacional por la que el cuerpo apostólico de la Compañía participa en la misión de reconciliar todas las cosas en Cristo. Muchos de ustedes sienten un profundo compromiso con esa inspiración, con el carisma que da vida a la Compañía de Jesús. Doy gracias al Señor por esa gracia y a cada uno de ustedes por su entusiasmo y cercanía. Queremos aprovechar el año ignaciano para acompañar más de cerca el trabajo que está haciendo el Espíritu Santo en cada uno de ustedes y puedan sentir la llamada más profundamente.
A los jóvenes les digo, queremos aprender a acompañarlos. Queremos aprender de ustedes. Cada uno de ustedes es único, ha nacido con un proyecto especial. Ignacio luchó para descubrir el sentido de su vida. En él pueden encontrar inspiración en la búsqueda que cada uno de ustedes está haciendo para hacer de su vida algo significativo, una contribución a un mundo mejor, en el que se respete la dignidad de las personas y se conviva gozosamente con la naturaleza. Manifiesto nuestro deseo de acompañarlos a través de todas nuestras actividades y sobre todo a través de nuestras personas dispuestas a compartir tiempo, sueños y esperanza.
A mis hermanos jesuitas de todas las generaciones dispersos por todo el mundo les digo que el año ignaciano es una nueva llamada a inspirarse en Ignacio, el Peregrino. Su lucha interior y su conversión lo llevaron a una muy cercana familiaridad con Dios. Esta familiaridad, este intenso amor, le permitió encontrar a Dios en todas las cosas e inspirar a otros para, juntos, formar un cuerpo apostólico, lleno de celo misionero. Somos herederos de ese carisma y responsables de su vigencia en los tiempos que vivimos.
Para Ignacio, una vida de pobreza era expresión de la intimidad con Jesús, el Señor. Más que las palabras, su pobreza fue signo de su transformación interior, de su creciente vulnerabilidad ante el Señor, de su indiferencia radical a disponerse a seguir la voluntad de Dios, de su sentido de que todo descendía de lo alto como un don.
¿Cómo podemos nosotros, los actuales miembros de la Compañía de Jesús, recibir y vivir esta gracia de la pobreza evangélica?
En primer lugar, acercándonos a la forma de vida de Jesús como lo hicieron Ignacio y los primeros compañeros. Sí, una relación íntima con el Señor es posible si la deseamos y la pedimos con insistencia como hemos aprendido en los Ejercicios Espirituales. Es una intimidad que se nos da no sólo para disfrutarla cada uno tranquilamente. Por el contrario, es una intimidad que nos capacita para amar y seguir más de cerca a Jesús que nos sigue llamando, especialmente a través de los más pobres y marginados, a través del grito de la tierra, a través de todo lo que es vulnerable. Para los primeros compañeros, la vida en pobreza, de cada uno y de la comunidad, siempre estuvo unida al cuidado de los pobres. Esa es parte sustantiva del carisma que hemos heredado.
Guiados por el discernimiento de las Preferencias Apostólicas Universales hemos aceptado el reto de escuchar el grito de los pobres, los excluidos, aquellos cuya dignidad ha sido violada. Hemos aceptado caminar con ellos y promover juntos la transformación de las estructuras injustas que se han puesto de manifiesto tan claramente en la actual crisis mundial. Y permítanme ser claro: esta crisis no es sólo sanitaria y económica sino, sobre todo, social y política. La pandemia del COVID-19 ha mostrado las graves deficiencias de las relaciones sociales en todos los niveles, el des-orden internacional y las causas del desequilibrio ecológico. Sólo el amor de Jesús trae la curación definitiva. Sólo podemos ser testigos de ese amor si estamos estrechamente unidos a Él, entre nosotros y con los descartados del mundo.
Vivir nuestro voto de pobreza en las actuales condiciones del mundo nos exigirá cambios en nuestra cultura organizativa. La trayectoria de los Ejercicios Espirituales puede ser nuestra guía, empezando por una profunda renovación de nuestra libertad interior que nos lleva a la indiferencia y nos haga disponibles a “lo que más conviene”. Necesitamos, también, reconocer nuestras deficiencias e, incluso, pecados en esta materia para poder alcanzar la identificación de nosotros mismos con el Jesús pobre y humilde de los Evangelios. Pedimos, como lo hemos hecho tantas veces en la contemplación de la llamada del Rey Eternal (EE., n. 98), la gracia de renovar nuestro deseo de imitarlo “en pasar todas injurias y todo vituperio y toda pobreza, así actual como Espiritual”.
Como jesuitas debemos preguntarnos qué significa en nuestro tiempo introducir cambios en nuestra vida de pobreza religiosa para hacerla más estricta. En el texto ignaciano la expresión completa es que según las exigencias de los tiempos se vea si es necesario introducir cambios que la hagan más estricta. Lo que queremos hacer es entender cuáles son las demandas de estos tiempos mientras miramos hacia el futuro. El examen de nuestra vida en pobreza se convierte en la forma concreta de inspirar la conversión para una recarismatización de nuestra vida-misión.
Queridos hermanos jesuitas, queridos compañeros y compañeras en la misión. Este puede ser un momento transformador para la Compañía de Jesús. Puede ser un momento que libere nueva energía, nueva libertad, nuevas iniciativas, nuevo amor para los demás y para nuestros hermanos y hermanas más afligidos. Al recordar a San Ignacio de Loyola y su conversión, encontramos aliento. Sí, el cambio es posible. Sí, nuestro “corazón de piedra” puede convertirse en “corazón de carne”. Sí, nuestro mundo puede encontrar nuevas formas de avanzar. Ponemos nuestras manos en las de Jesús, nuestro hermano y amigo, y salimos a un futuro incierto y esperanzado, confiados en que Él está con nosotros y en que su espíritu nos está guiando.
San Ignacio de Loyola, ruega por nosotros.
Que el Señor nos bendiga mientras caminamos detrás de Él.
Se puede disfrutar el mensaje en video en el siguiente link: https://www.jesuits.global/es/2020/07/29/la-oportunidad-del-ano-ignaciano-2021-2022/
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Vaticano.- “Humana communitas en la era de la pandemia: consideraciones intempestivas sobre el renacimiento de la vida”. Es el nuevo documento de la Pontificia Academia para la Vida (Pav) sobre las consecuencias de la crisis sanitaria causada por el coronavirus.
Desarrollar una ética del riesgo, poner en práctica la cooperación internacional y promover una solidaridad responsable: estos son los principios clave que figuran en el documento de la Pav -el segundo después del del 30 de marzo pasado titulado «Pandemia y hermandad universal»- dedicado a la emergencia mundial a raíz del virus Covid-19. El texto comienza con una pregunta: de la pandemia “¿Qué lecciones hemos aprendido? Más aún, ¿qué conversión de pensamiento y acción estamos dispuestos a experimentar en nuestra responsabilidad común por la familia humana?” A la primera pregunta, la Pav responde con «la lección de la fragilidad» que toca a todos, pero sobre todo a los hospitalizados, a los prisioneros, a “los abandonados destinados al olvido en los campos de refugiados del infierno”. Pero al mismo tiempo, otra lección ha resultado de esta enseñanza: la conciencia de que la vida es un regalo. Y más aún: la pandemia nos ha hecho comprender que todo está conectado y que “la depredación de la tierra”, las opciones económicas basadas en la avaricia y los consumos excesivos, “la prevaricación y el desprecio” de la creación también han tenido consecuencias en la propagación del virus.
El presente estudio versa sobre el análisis de la situación del migrante y refugiado venezolano en los países receptores, durante el periodo comprendido entre el día 18 de marzo al 22 de mayo del año 2020, como también sus desafíos al haber un incremento de sus vulnerabilidades frente a la pandemia COVID-19. Este contacto se logró a través de correo electrónico, realizando la consulta por medio de una encuesta online, cuyas variables de estudio son principalmente sociodemográficas.
Laudatio pronunciada por su S.E.R. Mons. Doctor Mario del Valle Moronta Rodriguez, Obispo de San Cristóbal y Gran Canciller de la Universidad Católica del Táchira, durante la investidura de S.E.R Zenón Cardenal Grocholewski, como Doctor en Derecho Honoris Causa, de esta Casa de Estudios el día 17 de abril de 2012.
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