No pensaría dos veces en volver a tener una experiencia tan grandiosa como lo es salir de Intercambio. Mi estadía en Cali inicialmente buscaba una meta académica, satisfactoriamente superada. Pero encontré muchas cosas más que no solo me enseñaron cátedra universitaria, sino lecciones invaluables de vida.
Salir del país nos permite conocer y conocernos; estar en la Javeriana de Cali no solo me brindó una realidad distinta y un nivel académico agitado, también me hizo sentir el gran orgullo de ser UCATENSE y Venezolano, que formado en base a tal identidad dejé una huella por la cual hoy somos referencia, no solo para los estudiantes de la Javeriana, sino para la gran cantidad de estudiantes europeos y latinos con los que tuve la oportunidad de compartir.
Cali es una ciudad de encanto, calurosa pero con una gran cantidad de personas agradables que nos hacen sentir parte de ella. Su comida, exquisita, muy similar a la nuestra, pero si alguien de nuestra universidad tiene la oportunidad de ir, no deje de probar las salchipapas en el mercado del Barrio Bochalema. Sus paisajes son hermosos, su cultura es única, la salsa la llevan en la sangre y vayan dispuestos a eso: a sacar los mejores pasos.
Agradezco la oportunidad primeramente a Dios, a mi familia y a mi universidad por darme el mejor regalo que se le puede dar a un joven: una aventura. Todo provechoso para nuestro crecimiento académico y humano, dejando muy claro de qué estamos hechos los venezolanos. La UCAT me permitió en un país, conocer gran parte del mundo y a eso solo puedo decir ¡GRACIAS!